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Lo que abre el amor, que no lo cierre el miedo.


jueves, 19 de febrero de 2009

Lo único verdaderamente importante




Interior del Avión. Esta fotografía fue tomada minutos antes del accidente, dentro del avión.



¿Por qué pasan las cosas? Lo importante es para qué...
Hoy me llegó esta nota a través del email (¡Gracias Elsa!) y me conmovió. Sinceramente hacía tiempo que algo no me conmovía de la manera en que esta nota lo hizo.
¿Por qué? Porque las palabras sinceras, las que salen del corazón, son las únicas capaces de llegar al corazón y porque toca justo al centro de la conciencia (la mía y la de todos, estoy segura).
¿Para qué? Para ampliar la visión de las situaciones que vivo y, sobre todo, para que no me olvide de "lo único verdaderamente importante".

Lo importante viene después del trabajo
¿Qué conferencista logra hoy colmar un auditorio de 2500 ejecutivos y empresarios, muchos con sus mujeres e hijos, y hablar durante una hora y media sin que vuele una mosca? Fernando Parrado, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, a 36 años de aquella historia que asombró al mundo, consiguió anteayer más que eso: conmover a un foro de negocios y capacitación empresarial al transmitir las simples moralejas que le dejaron vivir 72 días en plena Cordillera sin agua ni comida.
Fue durante la jornada de cierre de ExpoManagement 2008. Su presentación, un monólogo sin golpes bajos acompañado por videos e imágenes de la montaña, tuvo dos etapas bien diferentes. En la primera narró, con un relato íntimo repleto de anécdotas, los momentos que lo marcaron de aquella odisea a 4000 metros de altura en la que perdió a buena parte de sus amigos, además de su madre y su hermana. "¿Cómo es posible sobrevivir donde no se sobrevive?", se preguntó. "Sobrevivimos porque hubo liderazgos, toma de decisiones y espíritu de equipo, porque nos conocíamos desde mucho antes", dijo.
Y arrojó un primer disparador. "En la vida el factor suerte es fundamental. Cuando llegué al aeropuerto de Montevideo no daban número de asiento para el avión. A mí me tocó, de casualidad, la fila 9, junto a mi mejor amigo. Cuando el avión chocó en la montaña, se partió en dos. De la fila 9 para atrás no quedó nada. Los 29 sobrevivientes al primer impacto viajaban en la parte que quedó a salvo."
"De ellos ?dijo?, 24 no sufrieron un rasguño. Así, los menos shockeados empezaron a ayudar, actuando como un verdadero equipo. Administramos barritas de chocolate y maní al punto de comer un grano por horas cada uno. Marcelo, nuestro capitán y líder, asumió su rol para contenernos cuando le preguntábamos qué pasaba que no llegaba el rescate. Decidimos aguantar."
Pero días después el líder se desmoronó. La radio trajo la noticia de que había concluido el rescate. "¿Cómo hubieran reaccionado ustedes? ?desafió a la audiencia?. El líder se quiebra, se deprime y deja de serlo. Imagínense que yo cierro esta sala, bajo la temperatura a -14 grados sin agua ni comida a esperar quién muere primero." Silencio estremecedor de la primera a la última fila.
"Ahí me di cuenta de que al universo no le importa qué nos pasa. Mañana saldrá el sol y se pondrá como siempre. Por lo tanto, tuvimos que tomar decisiones. En la noche 12 o 13 nos dijimos con uno de los chicos: «¿Qué estás pensando?» «Lo mismo que vos. Tenemos que comer, y las proteínas están en los cuerpos.» Hicimos un pacto entre nosotros, era la única opción. Nos enfrentamos a una verdad cruda e inhumana."
Desde la primera fila, decenas de chicos llevados por sus padres escuchaban boquiabiertos. Parrado apeló a conceptos típicos del mundo empresarial. "Hubo planificación, estrategia, desarrollo. Cada uno empezó a hacer algo útil, que nos ayudara a seguir vivos: zapatos, bastones, pequeñas expediciones humanas. Fuimos conociendo nuestra prisión de hielo."
"Hasta que me eligieron para la expedición final, porque la montaña nos estaba matando, nos debilitaba, se nos acababa la comida. Subí aterrado a la cima de la montaña con Roberto Canessa. Pensábamos ver desde allí los valles verdes de Chile y nos encontramos con nieve y montañas a 360 grados. Ahí decidí que moriría caminando hacia algún lugar."
Entonces sobrevino el momento más inesperado. "Esta no es la historia que vine a contar", avisó. Y contó que su verdadera historia empezó al regresar a su casa, sin su madre y su hermana, sin sus amigos de la infancia y con su padre en pareja nuevamente.
"¿Crisis? ¿De qué crisis me hablan? ¿Estrés? ¿Qué estrés? Estrés es estar muerto a 6000 metros de altura sin agua ni comida", enfatizó.
Recordó un diálogo fundamental que tuvo con su padre, que le dijo: "Mirá para adelante, andá tras esa chica que te gustaba, tené una vida, trabajá. Yo cometí el error de no decirle a tu madre tantas cosas por estar tan ocupado".
Y cerró, determinado: "Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: la familia. No se olviden de quien tienen al lado, porque no saben lo que va a pasar mañana."
Una interminable ovación lo despidió de pie.

Fernán Saguier de la redacción de La Nación (Publicado el 30 de octubre de 2008)

3 comentarios:

desahogandome dijo...

Conocí en su día la historia y aún así leyendo este post se me puso la piel de gallina.

un abrazo

Capri c'est fini dijo...

Es que la vida nos pone en cada apuro... lo de estos chicos fue tan extremo que nadie en su sano juicio cuestiona su actuación. Además fue una experiencia que les ha marcado de por vida, nada le sería igual después... Besos.

Sonia dijo...

Leí el libro y realmente fue increible. Me ha encantado que trajeses aquí su pensamiento, estrés que estrés...y lo de volver a casa, a veces creo que vamos tan deprisa que olvidamos para que estábamos corriendo tanto...
Un beso guapa

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